Mandy: entre la locura y la genialidad.

23.05.2019

En una época o momento en el que el cine de género se ve, en cierta manera, secuestrado por modernismos pretenciosos que intentan arrebatarle su esencia para transformar el mismo en un producto admisible y tragable para el gafapasta de turno, se alza con luz propia esta MANDY de Panos Cosmatos ( "Beyond the Black Rainbow"). 

La sola presencia en el reparto de un actor icónico para bien y para mal como Nicolas Cage resulta el primer punto a favor del mismo, para ese amante del género que busca un revival del terror ochentero, que le haga olvidar a los "Crudo", "The Neon Demon" o "Babadook" de turno...La apertura de esta Mandy nos traslada a unas montañas que nuestro subconsciente colectivo bien podría situar en los Apalaches, donde el personaje de Nicolas Cage trabaja de leñador. Es en este momento donde empezamos nuestro trayecto hacia el cine ochentero, camisas de cuadros, miradas toscas, algo de sobreinterpretación y planos sucios.Poco a poco, el director nos irá mostrando la vida en pareja de los dos protagonistas. Aquí cabe resaltar el papel demencial que realiza la británica Andrea Risenborough, que nos perseguirá, con sus grandes ojos negros, durante toda la odisea que ha creado Cosmatos. Una extraña ópera de Power Metal, de colores, violencia, sangre y venganza, entorno a la figura endeble, frágil, pero excitante, de Mandy.

Es difícil, en estos primeros compases del filme, no quedarse un poco perdido en cierta manera en los ojos de Risenborough, negros, grandes y penetrantes lagunas de alquitrán, o en el entorno made in CRISTAL LAKE, brumas y bosques que rezuman endogamia, y reinando sobre todos esos factores la discordante figura alcohólica de Nicolas Cage. La suma de los factores nos envuelven en una nebulosa de paz y romanticismo barato pero dulce, y por momentos empalagosa. Este estado de hipnosis colectiva se rompe con la llegada de ese malo de manual, representado en una especia de Charles Manson venido a menos por el personaje de Jebediah, acompañado de una troupe de elementos que por momentos nos recuerdan a "Los Renegados del diablo" de Rob Zombie, y por otro lado a "Me bebo tu Sangre" de David E. Durston. La entrada de Jebediah en el mundo de Mandy, supondrá el comienzo del fin...

El nudo previo a la venganza, nos dejara momentos tan ridículos como fascinantes: moteros diabólicos adictos al LSD, chutes con ácido de hormiga, lluvia de colores y planos estilo "la casa de los mil cadáveres", y una línea de argumento que se debate entre un universo cercano a Clive Barker, hasta desviaciones (idas de olla) dignos de la serie B o incluso Z de los típicos filmes de Grindhouse. En este punto he de reconocer que me hubiera gustado un poco más de digamos "chicha"; creo que el desenfreno de colores y ácido de los sectarios hubiera merecido alguna escena más cargada en todos los sentidos. Resumiendo, me falta sangre y casquería. ¡Qué le vamos hacer! .... soy así de básico en mis gustos. 

Pasado ese clímax, empieza el viaje de venganza, convertido en un extraño sueño psicodélico, carente de sentido o línea argumental alguna, que no resulta más que un Frankenstein de planos cruzados e ideas sueltas, unidos por un frágil hilo, locura y genialidad a partes iguales, pero que en su conjunto dan un buen resultado. Ello demuestra una vez más que la coherencia argumental muchas veces está sobrevalorada, y que una buena sobredosis de impacto visual y unos personajes que generan empatía y capaces de trasladar sus sentimientos; su amor, dolor y rabia al espectador son los mejores ingredientes para el éxito en este tipo de cine. 

En resumidas cuentas, si eres un amante del cine de Género en su máxima expresión y te apetece perderte durante dos horas en una odisea con toques de Ópera Metal, con moteros a lo Hellraiser, sectarios estilo Grindhouse y con Nicolas Cage batiéndose en duelos de motosierras a lo Matanza de Texas 2, esta Mandy te va encantar, y seguro que durante días después de verla aun la seguirás recordando, y la mirada Risenborough te taladrará el cerebro un buen tiempo...

Lo Mejor: La esencia de cine ochentero; los planos cargados de impacto visual; los dos actores protagonistas.

Lo Peor: Le falta sangre y le sobra metraje.  

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